En 1543, el clérigo polaco Nicolás Copérnico propuso una teoría audaz que situaba al Sol en el centro del Universo. En realidad, el modelo no era nuevo, el astrónomo griego Aristarco de Samos, ya lo sugirió en el siglo III a.C.
Según las medidas de Copérnico, las posiciones de los planetas se explicaban mucho mejor suponiendo que éstos girasen alrededor del Sol, en vez de hacerlo alrededor de la Tierra. En el modelo heliocéntrico de Copérnico, los planetas describían órbitas perfectamente circulares.
Copérnico sufrió duras críticas y la Iglesia puso su libro De revolutionibus orbium coelestium en la lista de textos prohibidos. Esto no impidió que la evidencia a favor del modelo heliocéntrico creciera. Sin embargo, a pesar de su éxito, seguía sin explicar completamente el movimiento de Marte. ¿Podía deberse a que Copérnico estaba equivocado?
Para contestar dicha pregunta era necesario medir con mayor precisión las posiciones de Marte. A este problema dedicó gran parte de su vida el noble danés Tycho Brahe unos 60 años después de la muerte de Copérnico.
Tycho trabajaba como matemático imperial en la corte del emperador romano Rodolfo II y fundó el observatorio más moderno de la época. A lo largo de los años, realizó medidas muy exactas de Marte con la esperanza de que alguien pudiera interpretarlas.
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